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EL HOSPITAL DEL FUTURO PARA EDWARD BACH

Así hablaba Bach en el año 1931, en una disertación efectuada en Southpor.

 

“Venir esta tarde a dar esta disertación no ha sido para mí nada fácil. Ustedes son miembros de una sociedad médica, y yo he venido como médico. Sin embargo la medicina de la que quiero hablar está tan lejos del parecer ortodoxo de hoy, que hace que haya poco en esta hoja de papel que tenga que ver con el olor del consultorio privado o el hospital, tales como los conocemos en el presente. (…)

 

Permítame echar una breve ojeada al hospital del futuro:

Será un oasis de paz, de esperanza y de alegría. No habrá lugar para las prisas y el ruido. No existirá ninguno de esos terribles aparatos y máquinas que hoy en día se utilizan. No se olerá a productos desinfectantes ni a anestesias. No aparecerá nada que recuerde a la enfermedad y al padecimiento. Los pacientes no serán continuamente molestados para tomarles la temperatura. No existirán reconocimientos diarios con estetoscopios y otros aparatos de exploración para grabar en el ánimo del paciente la naturaleza de su enfermedad. No habrá lugar para esas continuas tomas de tensión para transmitir al paciente la sensación de que su corazón palpita demasiado rápido. No aparecerán ninguna de estas cosas, porque todo ello dificultad la atmósfera de paz y tranquilidad que tan necesaria es al paciente para facilitar su pronta recuperación. Tampoco habrá ya necesidad de laboratorios, porque el análisis microscópico de los detalles, no tendrá ninguna importancia cuando se haya comprendido que es el paciente el que debe ser tratado y no la enfermedad.

 

El objetivo de todas esas instituciones será el producir una atmósfera de paz, de esperanza, de alegría y de confianza. Todo lo que se haga será para que el paciente sea estimulado, a olvidar su enfermedad y a que aspire a su recuperación, corrigiendo al mismo tiempo cada uno de los fallos existentes en su naturaleza, y para que entienda la lección que debe de aprender.

 

Todo será maravilloso y hermoso en el hospital del futuro, de tal forma que el paciente busque la manera de salir de ese lugar no sólo para liberarse de su enfermedad, sino también para desarrollar el deseo de llevar una vida en la que exista una mayor armonía con las órdenes de su alma de lo que ha existido hasta ahora.

 

El hospital se convertirá en la madre de los enfermos. El hospital los tomará en sus brazos, los tranquilizará y consolará, proporcionándoles al mismo tiempo esperanza, confianza y valor para superar sus dificultades.

 

El médico del mañana reconocerá que él, por sí mismo, no posee ningún poder para sanar al otro, sino que le fueron dados los conocimientos de cómo guiar a sus pacientes y lograr que la fuerza curativa sea canalizada a través de él para, de esta manera, liberar a los enfermos de sus padecimientos. Todo esto lo recibe el médico cuando dedica su vida al servicio de sus semejantes, al estudio de la naturaleza humana, de tal forma que pueda comprender parcialmente el sentido de esta naturaleza, y tiene un deseo de todo corazón de liberar a los hombres de sus padecimientos y de dar todo por ayudar a los enfermos. El médico del mañana no tendrá interés en la patología o en la anatomía patológica, ya que él investiga la salud.

 

Para él no juega ningún papel el hecho de que, por ejemplo, la disnea sea producida o no por el bacilo de la tuberculosis, por el estreptococo o por cualquier otro microorganismo. Pero, por el contrario, será marcadamente importante para él el saber por qué el paciente al respirar tiene que padecer semejantes dificultades. Es insignificante el saber que parte del corazón es la que está dañada y, por contra, es tremendamente importante descubrir de qué manera el paciente ha desarrollado de manera equivocada su amor. Los rayos X ya no serán utilizados para examinar una articulación artrítica, sino que más bien se investigará la personalidad de paciente para descubrir dónde se encuentra el agarrotamiento en su alma.

 

Los diagnósticos de las enfermedades ya no serán dependientes de los síntomas y muestras corporales, sino de la capacidad del paciente de corregir sus errores y de poder volver a estar en armonía con su vida espiritual.

 

La formación del médico, englobará un profundo estudio de la naturaleza humana que conducirá a una gran percepción de lo puro y perfecto, a la comprensión del estado divino del ser humano, así como al conocimiento de cómo se puede ayudar a aquellos que padecen, de manera que su relación con su yo espiritual vuelva a ser armónica y en su personalidad se restablezca de nuevo la salud y la concordia.

 

El médico del futuro estará en condiciones de poder averiguar el conflicto existente en la vida del paciente que ha ocasionado la enfermedad o desarmonía entre el cuerpo y el alma. Esto le permitirá darle al paciente el consejo que para él es el adecuado y tratarlo.

 

El médico también tendrá que estudiar la naturaleza y sus leyes, estará familiarizado con las fuerzas curativas de la naturaleza de tal forma que pueda utilizar estos conocimientos para el beneficio del paciente. El tratamiento del mañana despertará, en esencia, cuatro cualidades en el paciente:

 

Primero, PAZ; segundo, ESPERANZA; tercero, ALEGRÍA; y cuarto, CONFIANZA.

 

Todo el ambiente que le rodee, así como la atención que se le preste al paciente, estarán al servicio de ese objetivo. Al englobar al paciente en una atmósfera de salud y de luz, se apoyará su recuperación. Al mismo tiempo, los errores del paciente han sido diagnosticados, se ha conseguido que él los vea claros y ahora obtiene apoyo y ánimo para poder superarlos. Además, le serán suministrados los remedios maravillosos que han sido bendecidos por Dios con fuerzas curativas para abrir en él los canales que captan la luz del alma, de manera que la fuerza curativa penetre e invada al paciente.

 

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